lunes, 17 de enero de 2011

Acabando el año con... ¿esperanzas?


Últimamente, ya fuera por causas familiares o por asuntos ajenos a la casa, he estado en un (valga la redundancia) estado de decaimiento constante. Y no es que quiera hacerme la víctima ni nada por el estilo; es que hay problemas en los que te ves metido que son imposibles de solucionar si la otra parte no está dispuesta a colaborar. Pues bien, mi estado emocional empezaba a rozar niveles infrahumanos (tampoco ayudaba que gente de tu pasado reciente te atacara con palabras ofensivas por estar resentida o vaya a saber usted qué y que yo no tuviera la culpa de nada) y yo no podía más que buscar lo que me faltaba fuera de las paredes de mi casa. En estos tiempos, ya lo dije más de una vez, mi apoyo emocional han sido mis amistades, que se han visto avasalladas con multitud de información sobre una niña que no sabe solucionar sus problemas. Pero son tus amigos y, qué quiere que yo le diga, ellos dicen que para eso están, para escuchar, así que yo me aprovecho un poco y me desahogo. Y seguí con mis intentos de entrar en el ''maravilloso'' mundo de las relaciones, con extraños resultados que contaremos en enero porque fue cuando sucedieron. Tuve la sensación de que este año había sido más o menos pacífico, por lo menos comparándolo con el anterior, pero aún no sé si esto es verdad (habrá que compararlo con el año entrante, que ya está ganando puntos por ganar el premio al Año más desastroso).

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