lunes, 31 de enero de 2011

Enero, mes de las declaraciones... o encarcelada por sentimientos reprimidos.


Si las primeras horas del año fueran un presagio de lo que nos va a ocurrir a lo largo del mismo, debería asumir que mi año va a ser un completo desastre. Las últimas horas del 2010 fueron bien, acompañada por amigos; estuve de un humor excelente (dejando a parte algunos asuntillos que luego comentaré). Celebramos el año nuevo sin dejar de lado nuestras tradiciones particulares (y la mía propia, que es comer aceitunas en vez de uvas...). Pero no todo podía ir bien y recibí una llamada inesperada, una voz lamentable al otro lado del auricular que se sentía sola y necesitaba de mi comprensión pero no podía hacer más que mentir y empeorar la situación. Y yo no pude hacer más que descargar tristeza, nervios, impotencia e ira en brazos de alguien muy querido. Los días fueron pasando y no podía olvidar aquel asunto, pero lo guardé en lo más profundo de mi mente para intentar suprimirlo... (en esos momentos no tenía fuerzas para encontrarle una solución al problema). Intenté seguir y enfrentarme a otros problemas, que eran de más fácil solución. Bien, hacía ya un tiempo que mantenía una relación muy estrecha con alguien pero sin llegar a nada (aunque yo siempre había querido)... y decidí mostrar mis sentimientos. Si fue un error o no, el tiempo lo dirá. Mi debilidad, la persistencia y el optimismo de mis amistades (que dicen que ven señales beneficiosas) me impiden abandonar mi empresa, y aquí sigo, manteniendo esta unión que puede hundirme en lo más profundo o elevarme hasta las esferas celestiales. Qué le vamos a hacer, nací en el siglo equivocado, soy una romántica de pura cepa... o quizás sólo una sadomasoquista empedernida (que creo que viene a ser lo mismo... nótese el tono jocoso). Aunque, realmente, creo que sólo busco lo que en un pasado me faltó (palabras que robé a otra persona muy querida pero a las que le encuentro mucho sentido).

lunes, 17 de enero de 2011

Acabando el año con... ¿esperanzas?


Últimamente, ya fuera por causas familiares o por asuntos ajenos a la casa, he estado en un (valga la redundancia) estado de decaimiento constante. Y no es que quiera hacerme la víctima ni nada por el estilo; es que hay problemas en los que te ves metido que son imposibles de solucionar si la otra parte no está dispuesta a colaborar. Pues bien, mi estado emocional empezaba a rozar niveles infrahumanos (tampoco ayudaba que gente de tu pasado reciente te atacara con palabras ofensivas por estar resentida o vaya a saber usted qué y que yo no tuviera la culpa de nada) y yo no podía más que buscar lo que me faltaba fuera de las paredes de mi casa. En estos tiempos, ya lo dije más de una vez, mi apoyo emocional han sido mis amistades, que se han visto avasalladas con multitud de información sobre una niña que no sabe solucionar sus problemas. Pero son tus amigos y, qué quiere que yo le diga, ellos dicen que para eso están, para escuchar, así que yo me aprovecho un poco y me desahogo. Y seguí con mis intentos de entrar en el ''maravilloso'' mundo de las relaciones, con extraños resultados que contaremos en enero porque fue cuando sucedieron. Tuve la sensación de que este año había sido más o menos pacífico, por lo menos comparándolo con el anterior, pero aún no sé si esto es verdad (habrá que compararlo con el año entrante, que ya está ganando puntos por ganar el premio al Año más desastroso).