miércoles, 18 de mayo de 2011

Divagaciones sobre política y otras cosas pintorescas.


Me parece estupendo que la gente se manifieste contra lo que no le gusta. Bien por los que pueden protestar. Pero hay gente que debe pasarse el día trabajando, pluriemplearse para mantener una casa y una família y estudiar a la vez para labrarse un futuro. Y cuando acaba el día están demasiado cansados, mental y físicamente, para ir a manifestarse para defender sus derechos. No hacen ruido como los que van a las plazas, pero no es justo llamarlos conformistas por no querer ir.

Ahora que vienen las votaciones del 22 de mayo, me estoy empezando a meter en la política. ¿Manifestarme? Ya tengo lo mío intentando no distraerme del estudio (que, ya que lo digo, muy bien no me va, que no me acabo de poner y estoy a un mes de los exámenes), pero sí que me estoy informando de los partidos que se presentan a las municipales de mi pueblo (que más que partidos, acá son personas; cosas de pueblo). Hay un pseudo-partido muy cachondo; el de las sillas vacías, aka Ciutadans en blancs, que arremete contra todos los partidos diciendo las verdades y prometiendo que, si obtienen representación, van a dejar la silla vacía. Verdaderos valientes revolucionarios. Me lo pensaré un poco más.

En otro orden de cosas, debo decir que ahora sí que ya no entiendo nada. Acabo de recibir unas palabras muy bonitas, e incluso se podría decir que románticas. Pero, ¿debo creérmelas? Un 'necesito verte' puede ser muy decimonónico pero también puede ser sólo un deseo de satisfacer deseos primaverales, que es lo más probable. Qué desazón.

Y hablando de primaveras, no sé si son los mensajes recurrentes que me animan el cuerpo o que el polen afecta a los sentidos, pero veo potenciales parejas por doquier. Sueños algo indecentes, señores que se bañan desnudos delante de ti... Empiezo a tener pensamientos raros con todo ello.

Y, hablando de esto, tras unos días sin aparecer, mi señor de la biblioteca ha vuelto (estudiamos en la misma mesa y sólo nos decimos 'hola' y 'adiós', pero lo echo de menos cuando no viene; será que no me gustan los cambios). Tendría que probar de decirle algo más, que parece majo.

Y la curiosidad del día. Me he encontrado a mi niño en la biblioteca con su prima y ha venido a verme a mi mesa de estudio. Luego, ya con su madre, tiraba a esta de la manga para ir a un sitio. La madre pensaba que era un capricho. Le enseñaba que yo estaba allí. Qué ricura.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Una reverencia y un gran adiós.

En este día no puedo más que decirle adiós a esta gran joya de mi tesoro que es Hospital Central. Quizás algunos dirán que no fue gran cosa, pero para mí fue todo un mundo. Recuerdo la primera vez que encendimos el televisor en casa y la vimos, imagino que era el primer capítulo, quién sabe. Y desde el primer momento me cautivó. He crecido y he madurado con ella, he acompañado a sus protagonistas día a día, de inicio a fin, como una especie de gran família televisiva que permanecerá por mucho tiempo en mi mente y en mi corazón. Personajes más simpáticos o menos; ¡quién olvidaría al gran Vilches con su ácido humor, que llegó a nuestras vidas mucho antes que el bienamado doctor House! Y yo tuve el honor y el placer de compartir mesa y aperitivo con él, de conocerlo, de compartir espacio y aire con él y, cómo no, de tener una foto con él y una firma cuando yo le tenía fobia a las cámaras. A la tierna edad de nueve años, esta joya entró en mi vida y se quedó ahí al largo de los años y nunca se marchará aunque su camino haya terminado, porque no formó parte de mi vida, es un pedazo de mi vida, que me trae bonitos recuerdos de un tiempo que no fue muy bueno. Recuerdo cuando empezaba a las die de la noche y, fuera martes, miércoles o cualquier otro día, estaba yo atenta al reloj y a la pantalla esperando a que empezara. Y cuando no me dejaban quedarme a verla porque al día siguiente debía madrugar para ir a la escuela y la grababa en cinta de video, una cinta que se recicló una y mil veces para poder disfrutar de todos los capítulos que no podía ver. Una serie que me acompaña desde hace más tiempo que mis amigos, más tiempo que mi casa y mis compañeros gatunos... Una parte de mi existencia existe gracias a esta serie, que por mucho tiempo (espero que para siempre), será una de las mejores que habré visto. Una reverencia y un gran adiós a Hospital Central. Adiós y gracias por ser y estar. Me honra y me alegra poder decir que yo fui de ''la generación de Hospital central''. Y decir que gracias a la serie conocí a una gran chica que ahora es una gran amiga. Gracias.

martes, 10 de mayo de 2011

Barullo de situaciones surrealistas o laberinto de emociones.


O de cómo pasé a ser una ''american-teenager'' de película de sobremesa.

Con el título lo digo todo y no digo nada a la vez. Digamos que nunca he sido conocida por la estima que me tengo a mí misma y nunca pensé que podía ocurrirme algo parecido. Y es que lo que no viví en la adolescencia real, me ocurre ahora con gente que, en un principio, es adulta y madura, y, al final, la única que se comporta como tal, aquí servidora, es la que tiene más excusas para ser irresponsable e irracional por su juventud. Y es que hace un tiempo me enteré que un amigo (llamémosle A...), amigo de aquél por el que yo misma bebía los vientos (llamémosle G), estaba ''loquito por mis huesos'' (me meteré en el papel de adolescente hablando como tal...) y me lo confesó. Y una no supo ni sabe qué hacer y sufre uno y sufren todos. Hace un tiempo estuvo a punto de suceder algo con un amigo de los dos (esta vez será D), pero al final no se dio. Y a esta a la que leéis se le ocurrió contárselo a su amigo... compañero... proyecto sentimental... cosa... no esperando ninguna reacción en especial (G me había dejado claro que estaba sentimental herido y que, por ahora, nada de nada). Pero no pensé en que pudiera ponerse celoso y se me enfadó. Y claro, una no supo qué pensar (luego servidora supo que el chico siente cosas pero no quiere nada, tal como un adolescente de película o real, siendo ya bastante adulto y a una la marea como a dos o tres pares de perdices). Sigamos... Una noche quedamos todos, (A, D, G, yo misma... y todo el abecedario si se tercia), sucediendo algunas cosillas entre los supuestos amantes (oséase Marcia y G). Y D, que estabámos en su casa, se mosqueó (luego el mismo G me dijo que era por envidia, celos o yo qué sé qué. Y el otro, enamorado perdido, sufriendo en silencio (pero matándolas callando). Y Marcia enmedio de un triágulo amoroso (o quizás un cuadrado o un pentágono, ya me he descontado). Digno de una película de adolescentes o de una telenovela... Total, que para no herir a nadie el señor G, que es muy considerado, piensa que debemos encontrarnos a escondidas (sin pensar que a mí sí que me hiere, claro...)

Ya me perdonaréis que no haya escrito mientras estaba viviendo este telefilm...

Y del otro tema que quería olvidar... siempre quedan pequeñas astillas cuando te clavan una estaca, pero ahora mismo, tras solucionarse algunos problemas legales, es más soportable el dolor de la herida.

Y todo esto me lo tomo a broma (para muestra, un botón... en este caso, una foto), que si no, iba a haber derramamiento de sangre y lágrimas. Y, como digo siempre, eso no lo queremos.