sábado, 18 de junio de 2011

Esos tres días que decidirán tu futuro (o sensaciones tras los exámenes).


Después de muchos años estudiando, más o menos, ha llegado y pasado el día que muchos estudiantes esperamos con una mezcla de ilusión y miedo: la Selectividad. Tres días de idas y venidas, de repasos de última hora, de poner nerviosos a tus amigos y de, por fin, sentarse en la silla que te corresponde y empezar el primer examen.


Personalmente, no la esperaba con nerviosismo, más bien con ilusión por empezar una nueva etapa, la de la vida universitaria, y con una ligera indiferencia; no soy yo una de esas personas que se ponen histéricas por las pruebas a la de ya, más bien soy el summum de la tranquilidad en casi todos los aspectos de mi vida.

Pues bien, me dirigí tranquila hacia el aula asignada con DNI, matrícula pagada y un par de bolígrafos en mano. Y empezaron los exámenes. Lenguas española y catalana el primer día, que me pude sacar con relativa facilidad, y es que se me dan bastante bien las lenguas (por algo lo más seguro es que acabe siendo una filóloga... una más de los que engrosan la cola del paro, pero filóloga al fin y al cabo). Y vuelta a casa (de un amigo, porque aún no nos han abierto la linea nueva que irá directa a la universidad y yo tenía que madrugar demasiado) con la sensación de haberlo hecho bastante bien. Y nos dimos una alegría al poder ver el eclipse de luna esa noche.

El segundo día más de lo mismo, mirando siempre de poner todas la etiquetas y no poner el nombre ni de marcharme del aula sin entregar el examen, cosa peligrosísima según una señora de tribunal (o tribuna de la plebe para mí, una especie de deformación profesional). El día empezaba con Historia de España y seguía con el examen de Inglés. ¿Historia? Digamos que no cuento con su nota para tener una buena media. Con Inglés me vi un poco engañada; una de las pruebas se podía sacar con facilidad... si habías visto la famosa serie Lost. Pero bendigo mi relativo buen oído y pude hacer la prueba como los demás. Buena sensación en general con el examen. Y otra vez hacia casa.

El tercer día salí un poco decepcionada por cómo me había salido el examen de latín; tuve un fallo bastante grave en la traducción, aunque en general me salió bastante coherente y no pude desarrollar una pregunta de dos puntos. Y tuvimos un tiempo para comer porque el siguiente examen era por la tarde y fuimos a buscar a algunos profesores de la facultad, pero no estaban donde debían estar, como alguna otra vez que los buscamos (quizás sean espíritus que pueden desaparecer a voluntad). Y a por Arte fui bastante pesimista porque no me había dado tiempo a estudiarme todas las obras que entraban. Pero me volvió la confianza al ver que el tener memoria visual daba sus frutos; a la que iba escribiendo, me salían solas las palabras.

En general salí con una buena sensación, pero mi parte analista no pudo evitar hacer un recuento y media de las intuidas notas. Y aprobé. A ver qué sucede en la realidad...

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